La nieve

Ha nevado en Madrid. Siempre nieva algunos días en invierno, pero esta vez, según los meteorólogos, ha sido una nevada histórica. La mayor en 50 años, dicen. Desde luego, es la mayor en los casi 32 años que llevo aquí.

Ayer miraba mi jardín, y me parecía bonito. Todo cubierto de un manto blanco. Pero luego nos ha tocado sacar con una pala, los 50 centímetros de espesor de nieve, de la terraza de casa, de la escalera de la entrada, de alrededor del coche. Ya no me gustó.

Y mientras estaba en casa viendo nevar, recordaba el viaje en que toqué la nieve por primera vez. Yo Nací, en Buenos Aires, una ciudad donde casi nunca nieva. Creo que hace un par de años cayó una nevada pequeña y fue un acontecimiento, pero no recuerdo ver nevar allí.

Cuando era un niño y algún amigo viajaba a un destino con nieve, le freía a preguntas. Como es? Has hecho un muñeco?  Te has montado en un trineo? La nieve era una desconocida. Solo la veía en la tele. Lo más cercano era el hielo granizado del congelador de la nevera. El viaje de fin de curso del instituto, solía ser a Bariloche, por tradición, pero en mi año, solo fueron 6 o 7, y yo no era uno de ellos. Oportunidad perdida.

Pero para el verano de 1988, organizamos un viaje con unos amigos. Éramos dos parejas y salimos de Buenos Aires con la idea de ir hacia  Bariloche, y luego a península de Valdés, a ver los elefantes marinos. Íbamos en mi pequeño Fiat 147 con todo el equipamiento de camping. Nuestro escaso presupuesto no nos permitía ir a alojamientos mejores. En el coche íbamos como sardinas en lata.

Cerca de Bariloche con mi Fiat 147. Enero de 1988.

Fue un viaje increíble para mí. Nunca había ido más allá de la playa y ahora nos lanzábamos a hacer más  4000 km de carretera. Toda una aventura. Creo que fue en ese viaje, donde descubrí mi pasión por viajar.

Al llegar a Bariloche, decidimos subir un día al cerro Catedral, donde están las pistas de esquí. Era  enero, o sea verano austral, por lo que la visita sería para disfrutar de las vistas y poco más. Pero pasó algo increíble. De repente se desató una gran tormenta, que hizo que comenzara a nevar copiosamente. Nosotros íbamos con el máximo abrigo que habíamos llevado, pero teniendo en cuenta que era enero, era escaso. No importó. Disfrutamos de la nieve y hasta hicimos un muñeco bastante feo. A mis 23 años veía la nieve por primera vez. Luego seguimos nuestro viaje, vimos los elefantes marinos y volvimos a casa luego de 25 días de viaje.

Siempre que nieva veo como a mucha gente le alegra y le motiva a disfrutar de la nieve. Debo ser raro. A mí no me pasa. La nieve nunca más me llamó la atención, mas allá de lo bonito que queda para una foto. Nunca me gustaron los deportes de invierno, y mi contacto con las pistas de esquí se limitó a acompañar a mis hijas a cursos para aprender a esquiar, cuando eran pequeñas. Esas mañanas en la cafetería de la estación, en la que nos quedábamos con Gabriela las 4 o 5 horas del curso, tomando café, mientras leíamos un libro.

No me gusta la nieve, pero ese día de 1988, tenía la magia de la primera vez.  Como todo en la vida, la primera vez no se olvida.

11 comentarios en “La nieve”

  1. ¡Qué bonito debió ser ese viaje! siempre aprendemos de ese tipo de experiencias y si es con amigos mejor. Acá en México nieva sólo en algunas partes y cuando llega a pasar donde no es usual se vuelve todo un caos, me imagino que ahorita están ustedes un poco así. Esperemos mejore el clima. ¡Saludos!

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  2. Y eso de palear la nieve no es lo peor, ¡los resbalones cuando se solidifica son inmanejables! Pero, claro, una cosa es disfrutar una nevada como turista (me tocó en Bariloche y en Paris) y otra muy distinta «sufrirla» como residente. Saludos

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  3. Siempre las primera veces son especiales, como fue la de tu maravilloso viaje. La nieve es preciosa pero convertida en hielo es un serio problema, como ha pasado ahora aquí. ¿Sabes que tuve un coche como el tuyo? igual, pero en rojo y era Seat no Fiat. ¡Que bueno! Un abrazo.

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  4. […] En aquel viaje, en el que vi la nieve por primera vez, descubrí cuanto me gustaba viajar y conocer nuevos sitios y culturas. Cuando comencé a vivir en Madrid, pisar la historia estaba al alcance de mi mano, y luego de recorrer muchos lugares de España durante tres años, para el verano de 1992 queríamos ir más lejos. […]

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