Inmigrante

Está claro que en mi caso, la inmigración es una constante familiar. A lo largo de mi vida, me he encontrado con muchas personas que, como yo, tenían historias de inmigraciones sucesivas en las generaciones de sus familias. Alguna de ellas las he contado en otra historia, como la del abuelo de mi amigo Felipe. Y otras son más cercanas, como las de mis propios abuelos.

Mis cuatro abuelos eran italianos y emigraron a Argentina. La historia de mi abuelo paterno también la he contado (“la guerra de mi abuelo”), pero mis abuelos maternos, Nicola y Marianina, también tienen una historia curiosa.

Mi abuelo Nicola también tuvo que  combatir en la primera guerra mundial. En su caso, cayó prisionero al ser capturado por el ejercito Alemán, y se pasó el resto de la guerra de enfermero, atendiendo a los heridos alemanes.  No era enfermero, pero buscó la forma de ser útil y sobrevivir.

Visitando el pueblo de mi abuelo

Al terminar la guerra, volvió a su pueblo, Casalbore, en la provincia de Avellino. Hace un par de años tuve ocasión de visitarlo y recorrer sus calles, localizando la que fue su casa, o mejor dicho, el lugar donde estaba, ya que actualmente la que está allí es más moderna. También visité el ayuntamiento, donde una funcionaria me mostró su partida de nacimiento de 1899, en un enorme libro antiguo, y me permitió fotografiarlo. Fueron unos momentos muy emocionantes.

Partida de nacimiento de mi abuelo

Al poco tiempo de volver de la guerra, se casó con mi abuela Marianina, que era del vecino pueblo de Buonalbergo. Recién casados, se fueron a vivir a la casa de los padres de mi abuelo. La economía de postguerra no permitía soñar con casa propia.

Unos meses más tarde, mi abuela quedó embarazada de mi tía Rosa, y antes de que esta naciera, mi abuelo decidió probar suerte emigrando a  Argentina. Me imagino la aventura que habrá sido para él en esos años.

Mi abuela se quedó en casa de sus suegros, donde nació mi tía. Los años pasaban.  El único contacto lo tenían a través de cartas que tardaban semanas en llegar. Y mi abuela no sabía leer ni escribir, por lo que las cartas las escribía alguien de su pueblo al que se las dictaba, y que a su vez era quien le  leía las que ella recibía.  Supongo que el contenido de las cartas era vox populi y la intimidad era nula.

Hace unos años mi prima rescató muchas de estas cartas, y luego de leerlas, pudo comprobar que con el paso de los años, el tono de las mismas iba cambiando. Mi abuela debería estar harta de esperar en casa de sus suegros, a que él volviera o le mandara billetes para viajar.

Pasaron más de 10 años hasta que mi abuelo le envió el dinero para pagar el viaje hacia Argentina. Finalmente, mi abuela embarcó rumbo hacia Buenos Aires junto con su hija, mi tía Rosa, que ya tenía unos 10 años. Luego de más de dos semanas de viaje, llegaron al puerto, y mi  tía siempre contaba, que su madre le dijo al llegar: “ese es tu padre”. Lo veía por primera vez.

Creo que no habrá sido sencillo. Después de tanto tiempo, las personas cambiamos y debió ser difícil el readaptarse  nuevamente. Pero siguieron adelante y tuvieron tres hijas más, entre ellas mi madre.

Siempre lo comparo con mi viaje a Madrid y veo que, pese a las dificultades, mi experiencia fue menos compleja.

Este mes mi hija Claudia se va a vivir a Alemania. En principio por cuatro años, aunque, como se dedica a la investigación, creo que serán muchos más. Lamentablemente, aquí el presupuesto dedicado a la investigación es muy bajo, y sus oportunidades, escasas.

Cuando hago balance, veo a cuatro generaciones y cuatro países distintos.  Como decía al principio, parece una constante familiar. Por suerte, ya no hay que esperar quince días las cartas como mis abuelos, o hablar solo tres minutos por teléfono porque era carísimo, como me tocó a mí.

Ahora la comunicación es más fácil y son solo dos horas de avión….

24 comentarios en “Inmigrante”

  1. Es fácil entender la dificultad por la que pasaron tus abuelos maternos, en esos tiempos todo debía ser tan complicado. Y es curioso que generación tras generación, es ahora tu hija la que emprende su propio viaje. Claro que ahora basta una videollamada para saber de ella, pero me pregunto ¿Qué gran inquietud de tu abuela, esperando esas cartas que tardaban meses en llegar?. Yo pertenezco a la inmigración interna, mis abuelos procedentes de Aragón y Navarra, buscaron cobijo en esa urbe tan sugerente como debía ser Madrid en los años de la posguerra. Tu historia es emotiva como lo son tus textos. Gracias por compartirlos. Un abrazo.

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  2. Uf! Que duro debió de ser para tu abuela y para tu abuelo estar tanto tiempo separados. Por suerte, como bien comentas, hoy en día la separación no es tan difícil porque tenemos muchos medios de comunicación instantánea tanto por voz como por imagen, pero, aun así, es durillo. Te queda la satisfacción de que tu hija se va a hacer algo que le gusta y lo va a disfrutar. Un abrazo.

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