Cincuenta y siete

Nunca me gustó cumplir años. Soy de los que me ponía melancólico al cumplir los treinta, los cuarenta, los cincuenta….Esos cambios de décadas….Por suerte cada vez me voy resignando mas y quitándole importancia.

Cincuenta y siete. En estos días festejo mi  quincuagésimo séptimo aniversario en este mundo.

Recuerdo que a mi padre le gustaba el número cincuenta y siete. Nunca me dijo el motivo, si es que lo había. Pero ese era el suyo. Cuando había que elegir un número en una rifa, o un número de lotería, elegía ese. También le temía. Estaba obsesionado con que le pasaría algo en el momento de cumplir esos años. Ironías del destino o casualidad, que hicieron que se quedara viudo, faltando pocos días para cumplirlos.

Cuando yo tenía veinte años, percibía a las personas de más de cincuenta como muy mayores, de otra generación que poco tenía que ver conmigo. Como algo lejano en el tiempo.

Pero ahora tengo una rara sensación de que la edad que hoy dice mi DNI, nada tiene que ver con eso que percibía a los veinte años. Yo no me veo ahora, como antes veía a esos “mayores”. Algo no me cuadra. No me reconozco con ese número. Este es un tema que he hablado con más de un amigo, y he comprobado que no estoy solo en esta sensación.  

Lo que me recuerda el paso del tiempo, son las “goteras” que mi cuerpo va teniendo. Esas canas que aumentan, esas rodillas que duelen con más frecuencia, esas letras que quiero leer y que cada día parecen más pequeñas, esas noches con amigos hasta madrugada, y que se pagan al día siguiente… esas cosas me dicen que el número que refleja el DNI debe ser cierto.

El paso del tiempo es curioso. Cuando disfrutamos de una charla con un amigo, un minuto nos puede parecer un instante insignificante. Luego, ponemos a calentar un café en el microondas. Lo ajustamos en sesenta segundos, y mientras miramos girar la taza, ese minuto parece una eternidad.

Todos los años tienen trescientos sesenta y cinco días. Bueno, los bisiestos un día mas. Sin embargo, cuando miro hacia atrás, parece que algunos años fueron más largos y otros más cortos.

Si dividiera mis cincuenta y siete en tres periodos de diecinueve años, no me parecen que fueran iguales en su duración.

 Así, los primeros diecinueve parecían tener un ritmo de tortuga. Todo el tiempo esperando. Primero porque no era lo suficientemente mayor para algunas cosas. Luego porque todo era una preparación para lo siguiente que estaba por venir. Siempre esperando. Y la espera todo lo ralentiza.

En los segundos diecinueves, tengo la sensación de haber subido  a un coche, que cada vez aceleraba más. Era mi momento y podía hacer lo que quería pero con la mente puesta en objetivos lejanos. Siempre pensando en prosperar y en el futuro.

Y en estos últimos parece que los hice en avión. Todo ha pasado muy rápido, mis hijas ya no son niñas y en breve  harán su propia vida. Y esos veinte años que tuve parecen muy lejanos, aunque siga enganchado escuchando la música de los ochenta, con un poco de nostalgia. Desde Hace unos años, intento bajar la velocidad y  degustar cada momento. Creo que lo voy consiguiendo.

Espero tener la suerte de tener otro bloque de diecinueve más, por lo menos. Ahora que tengo el firme propósito de continuar desacelerando y seguir disfrutando de la vida, mientras el cuerpo aguante.