Un famoso párrafo de la biblia dice, “el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra”. Pese a que no soy creyente, admito que es una gran verdad, aplicable a todos los órdenes de la vida. Cuantas veces criticamos acciones, sin pensar en que, en ocasiones, hacemos algo parecido.
A lo largo de la vida, todos cometemos alguna vez, pequeñas faltas o delitos. Hay quien evade impuestos, quien conduce cuando ha bebido de más, o lo hace con exceso de velocidad. Hay quien no recoge la mierda de su perro, cuando lo saca a pasear. Pequeñas cosas.
Yo voy a confesar mi primer (y espero que último) “delito”. Puedo confesarlo porque era menor de edad, y además, después de cuarenta y cuatro años está prescrito.

En 1977 había comenzado el primer año de mi educación secundaria. En mi instituto “Don Bosco” de Ramos Mejía, las clases se dictaban por la mañana, y dos días de la semana, Había que ir por la tarde, a clase de educación física. Esos días, el colegio estaba vacío y cerrado. Solo había actividad en el campo de deportes.
En la zona de aulas, había una sala, que estaba habilitada como kiosco, y allí, durante los recreos, se vendían golosinas, bebidas y sándwiches.
Por las tardes, evidentemente estaba cerrado. Pero como mi colegio era de los años 30, las antiguas puertas tenían en la parte superior, una claraboya que se mantenía abierta para ventilación.
Uno de mis compañeros, tuvo la idea de trepar y entrar por allí, con el fin de saquear el quiosco de golosinas. La idea era tentadora, por lo que muchos decidimos participar, para obtener algo del botín. Rápidamente nos organizamos, y a mí me tocó ejercer de “campana” es decir, estaba situado en un lugar estratégico, para controlar si aparecía alguien ajeno a la “banda”, y en su caso, avisar para abortar la operación.
Uno trepó con ayuda de otros, y sacó del local todas las golosinas que pudo. Los acontecimientos se desarrollaron casi sin incidentes, a pesar de que hubo otro, que era de hacer bromas pesadas, y que en ese instante en que se estaba accediendo al interior del local, tocó el timbre que se usaba para anunciar el recreo, que sonó como una alarma y nos aceleró las pulsaciones.
Finalmente, nadie apareció por allí y nos repartimos entre todos el botín, y disfrutamos de caramelos, galletitas y alfajores gratis.

Supongo que por nuestra inocencia de los trece años, no medimos las evidentes consecuencias. Al día siguiente, las autoridades del colegio elaboraron una investigación, que incluía interrogatorios individuales casi policiales, y que les llevó a descubrir la verdad.
He de decir que yo negué ser parte del grupo delictivo, y confesé solo saber lo que pasaba, por haberlo visto al pasar por allí. Supongo que tener fama de buen alumno, me ayudó a que me creyeran y solo me llevé una reprimenda. Muchos de los otros no tuvieron tanta suerte. Creo recordar que a alguno le tocó reembolsar lo sustraído.
Hoy después de 44 años, lo mejor de esta anécdota, es poder compartirla al encontrarnos, con los de la banda de ese día, y reírnos al recordarlo. Por suerte todos somos buena gente, y ninguno tiene antecedentes…
El 26 de noviembre se juntara en Buenos Aires esa banda. Hay que dar aviso a Interpol. Uno de los cabecillas se dedicó a la Abogacía, insólito.
Me gustaLe gusta a 4 personas
El delito está prescrito. Nos hemos librado. Jaja
Me gustaLe gusta a 2 personas
¡Vaya atraco tan dulce! 🍫🍬🍭Y este recuerdo nadie te lo quita.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Muchas gracias !!! recuerdo más la investigación del dia siguiente que los dulces !! jajaja
Un saludo
Me gustaLe gusta a 2 personas
😂🤣😅
Me gustaLe gusta a 1 persona
¿Quién no tiene, en nuestra época de adolescentes, alguna anécdota como la tuya? Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra y no aparece ninguna jajajajaja. Gracias por compartir. Un abrazo!!!
Me gustaLe gusta a 2 personas
Supongo que tendré alguna más que no me atrevo a contar. jaja.
Un abrazo.
Me gustaLe gusta a 1 persona
El mío se llamaba “San Juan Bosco”. También había un quiosco: “el de Miguel” que vendía chuches y tocaba la campana de los recreos. En este caso, para desgracia de todos, tenía a muy buen recaudo, bajo llave, el almacén.
Qué bonita historia, un saludo.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Muchas gracias !!!
Habia que conseguir esa llave. Jaja
Un saludo
Me gustaLe gusta a 1 persona
qué linda anécdota! ya por pensarla livianamente y divertirme con ella soy cómplice pasiva…mamma mía!!!
Me gustaLe gusta a 1 persona
Los complices pasivos no estan penados
Un beso
Me gustaLe gusta a 1 persona
seeee, y a mi conciencia quien la aguanta!!!!
Me gustaLe gusta a 1 persona
Bah, una manchita solo visible en el microscopio… jeje.
Salud.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Las manchas grandes no se cuentan….
Saludos
Me gustaLe gusta a 1 persona
¡Un atraco muy dulce! 🍫🍬🍭 Y ese recuerdo nadie te lo quita. 😉
Me gustaLe gusta a 1 persona
Reblogueó esto en RELATOS Y COLUMNAS.
Me gustaMe gusta
Maravillosos recuerdos. Además el atraco fue tan dulce que se puede perdonar. Un saludo.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Muchas gracias. El dueño del kiosco no piensa igual. jajaja. Saludos
Me gustaMe gusta
Momentos compartidos, de adrenalina pura. Como decía Jorge Cafrune “Lindo haberlo vivido, para poderlo contar”. Un saludo Guillermo.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Muchas gracias. Asi es, lo mejor es poder contarlo. Un saludo
Me gustaLe gusta a 1 persona
A mí ideas como esa se me pasaban continuamente por la cabeza, pero por desgracia se me notaba tanto en la cara que siempre me pillaban. No me salía a cuenta jajaja. Un abrazo Guillermo.
Me gustaLe gusta a 2 personas
A mi tambien se me nota en la cara. Pero esa vez me animé. jajaja. Un abrazo
Me gustaLe gusta a 1 persona
Yo también cometí un delito de robo en el cole, a los 15 años y algo más grave: en vez de golosinas nos agenciamos un examen final . Y también en nuestro caso el pillaje sin contratiempos pero con una posterior investigación salió a la luz y la pena fue el suspenso no solo de aquella asignatura, sino de todas. ¡Qué mal verano pasé!
Me gustaLe gusta a 1 persona
El castigo fue muy duro !!! me imagino que ademas, seguramente te llevaste una buena bronca en casa. Pero quien no tiene una de esas….
Gracias por comentar y compartir. Un saludo
Me gustaLe gusta a 1 persona
Todos guardamos secretillos. No obstante, muchos son chiquilladas que gustamos de recordar entre los amigos de esos tiempos. Y darnos cuenta de lo ingenuos que éramos. Buena anécdota la que nos has compartido. Un abrazo.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Seguramente tengo algun otro secretillo, que no me atrevo a contar en publico….
Un abrazo
Me gustaLe gusta a 1 persona