Mi primer reloj

Tengo la sensación de que, cada vez más, nos regimos por las normas de la inmediatez. Ya nadie quiere esperar. Y la tecnología pone de su parte en este sentido.

Por ejemplo, antes hacíamos fotos y esperábamos a que fueran reveladas en la tienda de fotografia. Hoy las miramos en la pantalla del móvil al instante.

Si nos gustaba una serie, había que esperar al nuevo capítulo la siguiente semana. Ahora vemos una serie entera en un par de días.

Cuando llegué a Madrid, hablar por teléfono era prohibitivo, por lo que a veces recibía cintas de casete de una hora de duración, en las que mi familia o algún amigo, me contaba el día a día de su vida.

Sin embargo, cuando ahora muchos reciben un audio de más de dos minutos por whatsapp, miran el mensaje con pereza y, con suerte lo escuchan a doble velocidad para tardar menos, aunque esto signifique que la voz de su amigo parezca la de una ardilla. El mundo evoluciona, y todo es más rápido.

Se busca la gratificación instantánea, por lo que, cuando algo tarda tiempo, genera tensión. Pero pese a esta evolución, muchas veces, lo que más satisfacción nos da, es lo que más tarda en llegar.

La semana pasada ordenaba una caja, que aun quedaba sin abrir desde la mudanza del pasado enero. Y apareció mi primer reloj.  Me quede mirando la nada y recordando lo que me costó que llegara a mi muñeca.

Me lo compré a los catorce años. Es un Seiko digital con alarma y cronometro. En ese momento, lo de la alarma y cronometro era de lo más novedoso. Para comprarlo, ahorré dinero durante más de un año. Moneda a moneda, que guardaba cada fin de semana, de lo que me daban mis padres para salir con mis amigos. O volviendo del colegio caminando, para ahorrarme el viaje de vuelta. O pidiendo en casa dinero para comprar algo de comer en el colegio,  y luego no comprar nada para guardarlo. Otras veces, algún tío me regalaba dinero en mi cumpleaños. Algún fin de semana, el cura Caruso, que era profesor en mi colegio, me pedía a mí y a algunos otros, que le ayudáramos en las funciones del teatro del colegio, con los telones, las luces y otras tareas. Al terminar, sabíamos que recibiríamos una propina por esa labor. Y todo el dinero se dedicaba a la misma causa. Era mi secreto.

Antes de comenzar este plan, les había pedido ese reloj a mis padres, pero no tuve éxito. Y por eso decidí que lo iba a tener con mi dinero. Así que exprimí todas las fuentes de ingresos que tenia.

Recuerdo que cuando mis ahorros se acercaban a conseguir mi objetivo, pasaba cada semana por esa joyería del centro de Ramos Mejía, que estaba en la galería comercial Naonis y lo miraba a través del cristal.

Un día de noviembre lo conseguí. Entré con seguridad, y me dirigí a la señora que me miraba detrás del mostrador, con incredulidad, pensando que un adolescente como yo, estaba en el lugar equivocado.

“quiero ese reloj” le dije, mientras lo señalaba con el índice de mi mano izquierda, que por algo soy zurdo, y sentía que mi corazón debería rondar los ciento cincuenta latidos por minuto.  Puse todos mis ahorros sobre el mostrador, y le pedí que no lo guardara, porque me lo llevaba puesto.

Salí de allí, mirándolo, y con una sonrisa enorme, que sin embargo no compartía con nadie. Solo yo sabía lo que me había costado. La satisfacción era solo mía. Ese día me sentía en una nube, pero nadie lo supo.

Si algo aprendí de esa experiencia es que, a veces, las metas están lejos pero con paciencia se puede llegar a conseguirlas.

A lo largo de mi vida, pude conseguir muchas cosas que me propuse. Pero pocas me dieron la satisfacción que tenía ese día de noviembre, cuando salí de la joyería con mi nuevo reloj en mi muñeca. La izquierda, por cierto, que por algo soy zurdo.

28 comentarios en “Mi primer reloj”

  1. Totalmente cierto, toda esta tecnología que supuestamente nos ahorra tiempo para tener más tiempo de hacer otras cosas nos a llenado de actividades que nos impiden detenernos y contemplar lo que nos rodea o pasar más tiempo con aquellos que amamos. Mucho se ha convertido en gratificación instantánea. 🤔

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  2. El sacrificio y el esfuerzo siempre conducen a una enorme satisfacción. Me encantó la historia, yo también escribí hace poco sobre el valor de la paciencia, y cómo hemos perdido toda capacidad de espera, y así renunciamos también a cosas que a la larga podrían hacernos muy felices. Me encantó tu historia.

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  3. Eso si que es tener paciencia. Me pasó algo parecido pero tarde tanto en ahorrar que cuando fui a por el artículo ya no lo tenían jajajaja. La satisfacción de poder tener algo por lo que te has esforzado tanto no se puede explicar con palabras. Un abrazo.

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  4. Hermosa historia, Guillermo, coincido y comparto, el ritmo de vida nos aleja de lo que nos hace mas felices, las cosas simples de la vida, leer un viejo libro, observar un antiguo reloj, escuchar a los pajaros, en fin, cosas que pareciera que fueran prohibidas para nosotros, pues nos quitan tiempo para lo inmediato. Te cuento que yo tambien conservo guardado mi primer reloj, tambien digital, de pantalla negra y numeros en blanco, y con los dos puntitos titilantes al medio. Fue un regalo hermoso que mi padre nos compro en un viaje, incluso hay una foto de mi hermana y yo chicas estrenando nuestros nuevos relojes en nuestras muñecas, y yo, a pesar que se reian de mi, quise salir mirando al reloj y no mirando a la camara como era lo usual. En aquel entonces tambien mi padre nos tomaba fotos con la camara de rollo, y hasta no revelarlas, tal vez meses despues, no habia idea de como habian salido, la percepcion del tiempo era muy distinta a la de ahora, sin dudas. Hoy conservo todo eso, el reloj, las fotos, y lo mas importante, el bello momento que tu me has hecho recordar. Por cierto, conservas un hermoso reloj, ciudalo mucho, abrazo y hasta pronto!

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      1. Si, agradezco haberlo guardado, entre otras cosas bellas de la niñez, como por ej. una cajita musical, es que en aquellas epocas tener esas cosas era algo muy muy especial, pues ese reloj o esa cajita te iban a acompañar por siempre, ojala sigamos cuidando y recordando esos regalos que son para toda la vida, y que nos trasladan directamente a esos momentos irrepetibles. Otro abrazo, me ha encantado leer tu experiencia!

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