A los 10 años comencé a coleccionar sellos postales. Mi amigo Fernando los coleccionaba, y traía algunos al colegio. Me gustó y empecé revisando y juntando todos los sellos de las cartas viejas que había en casa.
Al principio era parte de un juego, con otros compañeros de mi colegio, pero poco a poco me fue gustando cada vez más. El padre de mi amigo, nos llevaba a veces a comprar sellos a una tienda llamada “Filatelia Daniel”, que estaba en una galería comercial entre la Calle Florida y Lavalle, en pleno centro de Buenos aires. Toda una aventura de sábados por la mañana.
Por sugerencia del dueño de esta tienda, me había apuntado a un servicio que tenía el correo argentino, y que consistía en el envío de avisos de nuevas emisiones de sellos. Estos avisos consistían en unos folletos que llegaban al buzón de mi casa, con información acerca del sello a emitir, sus características, su historia, la cantidad de sellos a imprimir, y la fecha de emisión.
Una pena que todos esos folletos que yo guardaba, se hayan quedado en algún cajón, cuando partí para Madrid, y como tantas otras cosas, se hayan perdido.
Los sellos se emitían los domingos. Esos domingos se abría la planta baja del edificio de Correo Central, donde se podían comprar los sellos, y poner en ellos matasellos conmemorativos de “primer día de emisión”. Tenían un plus de valor para los coleccionistas.
El Domingo 1º de mayo de 1977 por la mañana fui por primera vez. Yo tenía 12 años. Era un largo recorrido. Salí de mi casa muy temprano. Primero el colectivo 96 (En España autobús) Desde mi casa en Ramos Mejía a Liniers. Allí cruzaba las vías del tren, y del otro lado, me subía al colectivo 109, del que hacia todo su recorrido, desde allí hasta el edificio de Correo Central. En total tardaba una hora y 45 minutos desde mi casa. Eran otros tiempos. Hoy día no creo que un niño de 12 años haga ese recorrido solo. Pero nuestra infancia era distinta.
Ese día, al subir, pago mi boleto (en España billete) y, al mirarlo, vi que tenía número capicúa. Por una extraña tradición, todos guardaban los boletos con número capicúa, como señal de buena suerte, y yo también lo guardé. A pesar del miedo a lo desconocido que tenia al subir a ese colectivo, parecía que la cosa no iba mal. Tenía la ventaja que me bajaría al final del recorrido. No podía perderme.
Luego de un buen rato, llegué. Me bajé, y pregunté a algún transeúnte, para saber dónde estaba el edificio de Correos. Nunca había ido. El edificio enorme estaba frente a mí. Me acerqué y compré la serie de sellos. Era una serie sobre el mundial de futbol, que se jugaría en Argentina el próximo año.
Compré la hoja conmemorativa, e hice la cola que había para poner el matasellos del día de emisión. Pasada media hora, ya estaba listo para volver a casa. Llevaba el dinero justo para el transporte y los sellos, nada más. Así que no había posibilidad de otras aventuras.
Busqué la parada del colectivo y me subí. Esta vez no me tocó un número capicúa. Deshice el camino hacia casa y llegué justo para comer. Traía mi tesoro conmigo, y aunque esto en casa a nadie le interesaba demasiado, yo estaba feliz.
Durante el pasado confinamiento de marzo pasado, volví a mis sellos después de casi 20 años, y me reencontré con sellos comprados esas mañanas de domingos, que me hizo recordar esta historia.
Es curioso como un intrascendente viaje al centro de la ciudad ha quedado grabado en mi memoria de un niño, como una aventura increible. Han pasado 45 años y aun me veo a mi mismo en esa cola para conseguir el matasello.
Quizás son estos recuerdos, los que hacen más entrañable mi afición a los sellos. Un hobby en vías de extinción.
Maravilla! con el relato tan «fresco, vívido» me transporté con vos en ese periplo.
Mientras te ves, te veo.
Esos tiempos!
Gracias Guille por el relato.
Besos
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Muchas gracias !!! un beso grande
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Qué placer retroceder en el tiempo, cruzar el océano de una zancada y acompañarte en ese viaje aventurero y venturoso. No he coleccionado nunca sellos pero, tal y como relatas tu afición, seguro que era un entretenimiento lleno de alicientes. El hecho de que, pese a los años transcurridos, recuerdes con vivacidad ese recorrido lo demuestra.
Salud.
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Muchas Gracias. Le debo muchas aventuras y buenos ratos a los sellos. Un saludo
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Tu recuerdo ha resucitado mi recuerdo con los sellos. Gracias por devolverme una pequeña caja de cartón con muchos trocitos de papel dentro.
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Muchas gracias por tu comentario. Me alegro remover tus recuerdos. Es un buen ejercicio. Un saludo
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En algún momento de mi vida, pensé en coleccionar sellos, también. Este relato me hizo regresar al tiempo de las cartas. Que años aquellos… Donde teníamos más paciencia para esperar. Saludos!
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Tiempos que teníamos más paciencia para todo, sin la necesidad de la inmediatez actual. Gracias por tu comentario. Un abrazo
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¡Que bonito relato! yo nunca coleccioné nada pero me encantaba escribir a gente del mundo a traves de los «paypals» amigos por correspondencia. Me hiciste recordar eso, yo guardaba sus cartas, sus fotos y esperaba ilusionada las respuestas que venían por correo. Definitivo eran otros tiempos y nuestras aficiones muy diferentes a las de ahora. Ni mejor ni peor pero como dice Jaime arriba, teníamos paciencia para esperar. Los pequeños placeres costaban un poco más, no había la satisfacción inmediata de ahora. Saludos…
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Otros tiempos como cuando la comunicación por carta era una constante para salvar las distancias. Aun guardo las mas de 500 cartas que recibí de amigos en mis primeros años en Madrid. Ahora casi sobra el buzón de correos de casa y con los amigos hablamos por whatsapp…
Gracias por tu lectura. Un saludo.
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Como siempre un placer leerte…Es curioso la cantidad de cosas compartidas entre quienes pertenecemos, más o menos, a tu generación …Y es verdad, a los doce años ya recorrías ciertas distancias solo/a. Supongo que las ciudades eran menos ‘peligrosas’ en todos los sentidos…Yo también fui una gran coleccionista: de cajas de cerillas, de postales, de álbumes varios, fr sellos y, curiosamente, de tiket capicúas de autobús… Saludos!!
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Muchas gracias!! Es probable que las ciudades sean hoy mas peligrosas. Yo a veces me pregunto si nosotros quizás sobreprotegemos a nuestros hijos. difícil equilibrio.
También de pequeño, coleccioné cajetillas de tabaco, latas de refrescos, monedas, etc. un comienzo de síndrome de Diógenes? jajaja.
Saludos!!!
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Eso mismo me he preguntado yo algunas veces, jaja!!
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Si yo fuera un señor grande, como de cincuenta y tantos, y hubiera nacido y vivido en Haedo, y hubiera tomado esos colectivos o ese ferrocarril Sarmiento hacia estación Once a los 12 años, para aventurarme en esa maravillosa Buenos Aires de entonces, te diría… «¡Que tiempos aquellos, Amigo!»
Gracias por llevarme en ese 96 rumbo al Correo Central, hoy devenido en centro cultural…!!!
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Muchas gracias !!! seguramente nos cruzamos en el Sarmiento mas de una vez…
Un saludo
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.. Recuerdos que conforman y van llenando la vida.. Me gusta. Salud y saludos.
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Muchas gracias!!!
Un saludo
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Hola Guillermo, te importa que te rebloguee en mi blog? Saludos
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Hola. Claro que puedes hacerlo. Te agradezco la difusión. Un saludo
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Cuantos recuerdos de juventud. Yo recortaba de los sobres todos los sellos que llegaban a mis manos. Todo un ritual … Ponerlos en remojo, se soltaban del papel, secar sobre periódicos y a clasificar. Que ratos tan entretenidos pasaba,buenos recuerdos 😉😄😄. Saludos
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Y pedir a todos los amigos y familia, que nos los guardaran…
Gracias por tu comentario y tu lectura. Saludos
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Siiiiii 😄😄😄
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Realmente tu viaje con 12 años al centro de la ciudad que una aventura que seguramente hoy los chicos no harían, por comodidad, eso que se pierden, porque basta leerte para comprobar la pasión que le ponías y la nostalgia de tus palabras. Precioso recuerdo. Un abrazo.
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Muchas gracias. Para mi fue toda una aventura. Un abrazo.
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Heredé de mi padre la afición a coleccionar sellos.
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Los coleccionistas de sellos somos una especie en extinción. Un saludo
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¡Me ha encantado tu relato! Y me he identificado con tus vivencias porque también he coleccionado sellos y postales durante muchos años y tenía algunos muy antiguos. Tal como tu, he cambiado de casa (¡tantas veces!) que les perdí es rastro.
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Muchas gracias. Yo por suerte los conservo y sigo disfrutando con ellos. Un saludo
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Muy bien! Un saludo.
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